CUANDO YO ERA UN
JOVENCITO
QUE EMPEZABA A
CORRER AVENTURAS
O mejor dicho, andaba
en la segunda aventura de mi vida, trabajaba en una hacienda cafetalera en lo
alto de las montañas. El dueño de la hacienda, un leonés de escasa educación, pero hombre muy práctico
en las cosas de la vida, un día en que algunas personas habían actuado con cierto grado de deshonestidad, mientras cenábamos en la terraza de su bella residencia, y yo
reflexionaba sobre lo que el ser humano hace a veces en perjuicio de otros, me dijo:
¨Mire usted ese monte que tenemos ahí al lado, tome un hacha y vaya en busca de
un tronco perfectamente derecho, y si lo encuentra, córtelo y téngalo hasta que
encuentre un hombre igual a ese palo.¨ o palabras a ese efecto.
Muchos árboles he
sembrado, de madera y de carnes, y los hay derechos, por cierto, pero búsquelos
usted. Los científicos, los investigadores legales y los jueces dedican sus
vidas y esfuerzos a buscar los hechos, la verdad, el árbol derecho a diario…
Pero no es cosa
simple caminar por dentro de las enramadas y encontrar la perfección; nadie es
perfecto, si por perfecto entendemos ciertas formas de pensamiento y
actuación. A veces es una palabra, un
gesto, una evasión de la mirada. Recuerdo a veces el primer barbero que me rasuró
las barbas en New York; era un griego
cuyo amor por la pureza de los idiomas lo hacia ver como el aula de una
universidad en carne viva. Y algo del
lenguaje se hablaba entre operarios y clientes una mañana, cuando una cuestión de
gramática y ortografía le provocó darles a los unos y los otros una de sus
lecciones: ¨Ved la diferencia que hace la puntuación, señores, en esta frase¨
-dijo, ¨¿Qué, te afeito de gratis y te doy un dólar?, …¡Que te afeito de gratis y te doy un
dólar!... y, ¿Qué? …Te afeito de gratis
y te doy un dólar…
Muchas veces le
pedimos a una persona que nos cuente los detalles de una cierta conversación de
escasa o ninguna importancia aparente, pero aparte de la posible falta de
memoria, la persona evade por mil vericuetos responder directa y claramente a
la pregunta con lo cual provoca dudas, más preguntas, recelos y quizás muchos dolores a más de una persona…
aunque no exista y precisamente porque no existe, nada de feo ni capaz de
provocar reacción aflictiva en ningún momento.
Los resultados siempre acaban por perjudicar al que así evade el responder porque se echa encima el manto
de las sospechas de cosas peores…
Pero, no hay
muchos troncos perfectamente derechos en el bosque.