MI BOTECITO DE PAPEL
MI BOTECITO DE PAPEL
Todo adelanta, o
aspira a mejorar;
Todo es esencia o
al menos quiere ser el pétalo de la rosa
Todos somos así,
porque fuimos creados para crecer…
Yo hice un
botecito con una hoja de un viejo
Y mal usado periódico
independiente,
-(Rebelde, fuerte
en sus opiniones libertarias, enemigas de todas las reglas, -ética, moral y
sociales a las que pretendía substituir con las propias suyas, por erróneas que
las suyas fueran, y por mucho que contravinieran su convivencia en sociedad,
familia y amor)- sin ponerle yo otro
nombre que los suyos, ni otras leyes que la vida…
Solo me
interesaba verle navegar… fuera del agua, -(el papel no es muy bueno como
flotador)- lo puse sobre un estante en la pared para decorar mi despacho, y me
dediqué a escribirle poemas.
Miré las
canciones antiguas que dicen de botecitos, caminé por las playas, los ríos y
los muelles,
Visité los museos
y recorrí los astilleros abandonados y encontré miles de historias, pinturas y
botes grandes, pequeños, malos, buenos, pintaditos o herrumbrosos, pero ninguno
tenía unas letras rebeldes como el mio…
Lo tomé en mis
manos y le deposité un beso sorpresivo.
¿¡Besar yo un
bote de papel! ?
¿Sentirme feliz
de besar un viejo papel mal usado, inservible a la hora de navegar y
convertirlo en mi pieza de conversación cultural?
Debo estar muy
mal del cerebro, pensé por un instante…Pensé, pensé y volví a pensar. Paul
Gauguin, en Vincent Van Gogh, en Quevedo, en Dalí... ¿Quién soy yo? Me pregunto.
Una tormenta que
soplaba con vientos furiosos rompió en cristal de mi ventana y como si a propósito
hubiera penetrado en busca del periódico rebelde, o un diablito encapotado con
rabias de fricciones pasadas con los escritos del papel regresara en busca de revancha contra mis
manos por haberle dado vida a lo que un día fueron sus ilusiones y luego los tropiezos
del camino le mostraron la cara real de lo que la tinta, -que es borrable
siempre y que es lo que él creía su verdad le había hecho creer de suyo,- y al tratar de vengarse de mi por darle un
lugar especial en mi despacho al sucio papel, a falta de otro recurso lanzó al piso a mi
botecito de papel.
Lo tomé en mis
manos, lo acuné en mi pecho, yo amo el mar y los barcos, los botes, los veleros…
Lo llevé a la
alberca, lo senté en el agua, lo miré en la calma…y soplé un poquito con mis
propios alientos para llenarle las velas que no tenía…. Y comenzó a penetrar el
agua porque se hundía; poco a poquito se hundía…poco a poquito me herían las
letras de sus promesas de libertad que
de cada línea se desteñían, porque aunque en ellas no me veía, veía un mundo
distinto en la esperanza humilde de una navecita endeble y una palabras capaces
de encender un fuego en el Polo. Y traté de salvarlo, lo tomé con cariño en mis
brazos, los acerqué a la lumbre de un quinqué, lo acerqué a la hornilla del
fogón, lo llevé por delante del grito de un viejo ventilador y traté de
exponerlo a los rayos del sol… Pero el
papel periódico sucio de ya, viejo, desgastado y vuelto a moldear aparentemente
era por sus propias palabras, aunque a Dios mentaba mucho, un reto impío a la
virtud del amor de Dios, o a las ciencias de la materia, o a la realización de
que nada nuevo y fuerte y puro puede construirse sobre las bases de un viejo
ladrillo de cienos, ni sobre una hojarasca de pretendidas flores que no fueron
más que hierbas del camino. Yo no sé de qué estaba hecho ese papel…
Y se le torcieron
los bordes al botecito de papel, y se me torcieron a mí los tontos e infantiles deseos de tener aquel
botecito de papel con tantos papeles limpios que hay en el basurero.
Se calmó la tormenta,
un nuevo cristal adorna mi ventana, o mejor, me protege de las tormentas, en mi
estante he puesto un botecito de cristal…. Sé que si el viento de la tormenta
rompe el cristal de la ventana y lanza este bote nuevo al suelo, lo quiebra sin
remedio, pero no habrá que secarlo, ni que pensar en pintores, ni que albergar
esperanzas, que solo un botecito de papel puede necesitar…
Ayer me senté
junto a la alberca, tomé un viejo papel mal usado y construí un botecito de
papel y lo puse a navegar. Llamé al
cielo para pedirle un viento que le llenara las velas a mi botecito de papel,
pero mi bote no tiene velas… Miré a las
sombras de mis quimeras y les pedí un impulso para mi bote, pero las sombras no
son propelas y nada puede impulsar mi bote, nada lo impulsa el papel se hunde,
y solo me queda la bañadera.
Me salí a la
brisa y le canté a la tarde y en la soledad del bosque escribí un poema a las aves tontas que vuelan en mi pecho y
caminé mil piedras sin nombre ni tierra, en los zancos altos de un sueño
enloquecido tal vez por unos ojos que nunca vi y ya no quiero ver… Nadé por las
aguas del lago ya seco y allí navegaban rodando por los suelos, cien botecitos
de papel que algunos niños dejaron a su paso cuando soñaban con sus amores y el
mar…