EL ULTIMO GEMIDO
El joven piloto recién se había casado con la chica que siempre, desde los primeros grados de la escuela, soñaba un día conquistar; pero tuvo que partir porque su barco tenia un itinerario de pasaje muy definido...quince días redondos cada viaje.
"Perdona amor mío, que me aleje tan pronto de ti, pero tengo que cumplir órdenes..."
Un beso, un adiós lánguido y sentido, una puerta que se cierra y un taxi que esperaba sale raudo para el puerto.
Dos dias de navegación, unas averías en uno de los motores y el regreso forzado al puerto de origen.
¡Ah, qué buena dicha la mía!
Alegre como un chico con juguete nuevo corrió hasta la punta del muelle, buscando en la oscuridad de la media noche un taxi, casi a ciegas.
El guardián del muelle compadecido llamó por teléfono y le hizo llegar un taxi.
Chofer, por favor, quisiera comprar unas flores...
Claro, señor; ya le llevo a una florería que puede que esté abierta a esta hora.
Un ramo de rosas bien rojas, que se ven acariciadas de pronto. Un hombre feliz, un chofer que se goza en ver la alegría anticipante de su pasajero.
Propina generosa después del pago y a correr escaleras arriba.
Suavemente introdujo la llave en la cerradura para no hacer ruido.
No voy a despertarla hasta que sea con un beso, se dijo. Penetró en la sala, habiéndose quitado los zapatos, se quitó la corbata y la chaqueta.
¿Pero....? ¿Qué es ese ruido que viene de mi cuarto...? ...dos voces...gemidos que aumentan por segundos, un chillido. (¿?)
De un tirón abrió la puerta de su dormitorio. ¿¡No; Tú!?
¿Cómo has podido?
Un sollozo, un disparo, dos, un último gemido....
...después solo el gotear de sangre y lágrimas quebraban el silencio.
Mientras por la ventana se colaba una tenue melodía que parecía la lejana queja de un violín, o tal vez el llamado de la tierra.
Recogió las rosas del piso, se acercó a la cama, los miró silente por un largo y silencioso momento, tomó el crucifijo que colgaba sobre la cabecera de la cama y lo depositó entre los dos cuerpos desnudos, y depositó después las rosas sobre el pecho de ella.
Y solo el ladrido distante de algún perro guardián perturbó después el silencio de la oscuridad que le envolvió al ausentarse.
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