by Don Gilberto "Rhumba with That Lady, I?"
Muchos de esos grandes salones y altas figuras femeninas de la sociedad jamás le hubieran permitido a un pobre, a un plebeyo y extranjero por demás, pasar por sus puertas como no fuera para limpiar los sanitarios...mucho menos mirarla al pasar en sus ostentosas caravanas, y menos aún permitir que pusieran una mano sobre o alrededor de sus estructuras carniferas. Pero las guerras, en medio de todas sus escenas de horror, destrucción, miedos y odios, tiene sus pequeños espacios que, aunque menos serenos que oasis en el medio del desierto, tienden a darnos una limosna de agua al cuerpo a la par con un beso tal vez que nunca imaginar pudieras. Pero las ruedas de la vida, los molinos del señor, las fibras de la carne ceden a veces al miedo, y las más al amor.
Porque, aquél que tiene miedo abraza al extraño aunque no sepa el por qué...el miedo le empuja. Por otro lado, la hermandad más fuerte y duradera nace a la sombra de la marcha impulsada por los vientos que llenan las mismas velas. La Segunda Guerra Mundial, según pasan los dias podemos ver, le entregó a la sociedad humana una barrica llena de vino de un espiritu a veces enervante, agora perturbador y más alante de alegria, pero en todo caso forzando la rueda de la noria a dar un nuevo giro y moler más fino. El trigo ya no fué igual.
Millones de chicos con la leche en los labios, al decir guajiro, fueron arrancados de la teta de la madre, de las faldas de la maestra y del confin de los hogares para ser enviados, -(hubimos voluntariso, por cierto)- para ser enviados a matar y morir sin que supieran por qué, por quién o por cual razón, pero al caso da igual. No faltó hogar que no diera, y a veces perdiera, un hombre. Las balas, los torpedos y los desangres cobraban cada segundo de nuestras existencias su precio elevado en dolor, en secretos, en silencios, en ausencias, y sobre todo, en sangre inocente.
La industria se ve de pronto convertida en arma de guerra; la costurera, la maestra sin discipulos, el anciano sin fuerzas, los reyes sin trono. Hay hay que trabaja, hay que producir, hay que curar, cuidar, consolar y hasta satisfacer necesidades fisiólogicas por doquier.
Las fuerzas Aliadas tuvieron muchas armas, tanques, aviones, fábricas y costureras a veces improvisadas, como improvisados eran los jornaleros que por vez primera, ponian un remache, manejaban una antorcha, cosian una camisa o atendian a un herido...volaban un avión o salian a la mar. Todo era muy serio.
La alegria era la excepción. Poco habia de reir. Más lágrimas por doquier. Lágrimas al llamado, llanto a la conscripción, de nuevo lágrimas a la partida y... ¡Oh, señor!- más lágrimas al regreso, aún cuando las almas quedaban secas de las salinas gotas, cuando a la puerta tocaban dos oficiales portando una bandera doblada en triángulo sobrio.
Algo hay que hacer. Patriotismo, gratitud, ansias de colaborar, demostar al hijo y al novio que parten que aqui le ayudamos, se formaron los grupos. Cruz Roja, USO, y otros establecieron bibliotecas desde donde poner libros al alcance de aquellos que servian en los distintos frentes; se organizaron salones de bailes donde las orquestas tocaban como voluntarios o pagados por estos, y donde el alcohol no visitaba muchas veces, pero el café y los refrescos abundaban.. Cenas, ferias, bailes, conversaciones amistosas, respiros...
Hasta las prostitutas sirvieron....la guerra, ayudando en las oportunidades que se les dieran. Claro, que no en sus profesiones, por supuesto.
Y asi, las damas inalcanzables de las más altas sociedades, las amas de casa y las mujeres profesionales, unian fuerzas, para ayudar. Y ayuda nos dieron. Y mucha. Y de la buena.
Falta no hubo en los puertos norteamericanos, canadienses ni ingleses de rogar de buscan mucho las voluntarias abundaron.
Una tarde en el salón principal del gremio de marinos mercantes de Nueva York en que se celebraba una suerte de reunión para la alegria, de la que solo apenas recuerdo haberme tropezado, al tratar de recoger un tocado de piel de leopardo de estilo ruso, que se le cayera a una dama, con dos señoras cuyos acentos al darme las gracias era ruso e inglés, repectivamente. Las dos muy elegantes, la rusa cargaba exceso de pieles sobre su cuerpo, y me causó curiosidad la pieza que llevaba como adorno en la pieza que yo habia recogido: La hoz y el martillo. Cuando notó como yo lo observaba antes de entregárselo, me dijo, Estamos en América, ¿no?
Si; por supuesto. ¡Dioses del Olimpo, que belleza!
La que parecia inglesa, con un fuerte acento escandinavo, me sonrió.
Y los meses se esfumaron en el mar.
Dos recuerdos quedaron en mi. Uno, la rusa era, -y creo que fué, en realidad,- una de las mujeres más bellas que jamás he visto.
La otra fué que algunos hombres que no tenian ninguna pinta de marineros, parecian
vigilaron disimuladamente aquella pareja femenina. Pero bueno, eran mujeres,..
Y luego Londres. Me fui al salón de la Embajada y con un grupo de amigos noruegos a su iglesia. Mi amigo, casi mi hermano, cuyo apellido provenia de su ciudad, Stavanger, me contaba por el camino donde vivivian el rey Haakon VII y su hijo, el heredero Olav, la historia de los reinos de Dinamarca y el nuevo reino, el KINGERIKET NORGE, mientras acariciaba su boina azul de Prusia, con la inscripción aquella de "Norske Kongelie"....
La noche estaba fresca, las inmensamente largas mesas exhibian una cena digna de una convención de vikings, piense en un manjar y alli lo habia, y habia cerveza.
Una banda de las fuerzas navales inglesas y noruegas recién organizaba vino a dar a los bailadores una noche sin igual. Marchas, waltzes, pida por esa boca....Y bebiamos bastante también... aún que aquello, que se producia para estimular a las fuerzas noruegas y a los Aliados, si alguno habia, por supuesto, tenia unas caracteristicas de alta sociedad pocas veces visible para los ojos de una marino cualquiera. No habiamos muchos de cabellos negros o castaño oscuro, como yo... y mucho menos con un pequeñño bigotito negro. Eso era entonces, tabú. Pero yo siempre he sido yo. La moda no es mi fuerte. Dicen que visto con elegancia. No sé, pero soy yo; no el modisto quien me viste.
Bailador paticuadrado que soy, no hice mucho esfuerzo por ir al piso. Pero, con una alegre copa de champan que una joven me ofreció, me recosté al piano. Y mucho tiempo pasado y bastante de copas que según la fiesta avanzaba mejoraban de calidad y abundancia, llegó el momento que la pianista, tal vez cansada de mi presencia o, si fué mi dicha, al notar que yo a veces entonaba las notas que ella, en sus turnos tocaba, me pregunta, ¿Cantas?
Algunas veces. ¿Profesional...?
¡Nooo!
¿De donde eres? Oh, perdón, no debi hacerlo; está prohibido.
Lo sé. Soy cubano.
¿Lecuona?
¡Ah, señora, gloria de Cuba, Lecuona!
Y según me hablaba mirándome fijamente a los ojos con una inteligente sonrisa, sus dedos se delizan sobre el teclado y a mi se me escapa...
"Yo son carabalí,
negro de nación;
sin la libertá,
no puedo vivir..."
Y sin darme cuenta de que la orquesta nos estaba tocando, parece que llené el salón, y hubo ese silencio educado que solo los europeos saben hacer.
Y la pianista me cambia el rumbo...."Damisela encantadora..."
y sigue la mujer. Yo nunca supe, bueno, ya tenia bastantes copas ante mis ojos, cuando fué que la orquesta se unió al piano, cuando aquella hermosa dama me arratró al piso...
Si, yo creo que me arrastró, porque vi debajo de mis pies unos pies rojizos, largos, unas caderas amplias y una mujer alta encima de esos atributos mientras que me parecia que estaba abordo del barco soñando con una sirena que me decia, cántame...cántame en voz baja, al oido... yo sé que mi paticuadrada existencia de pronto flotaba sin tocar el piso: Creo que en ese momento descubri que podia bailar.
"Bésame,
bésame mucho;
como si fuera esta noche..."
Me agarró el brazo izquierdo que flotaba casi sin rozar su vestido y se lo ajustó a la espalda, levemente un tanto arriba de la cadera. Y se lo apretó a cuerpo.
"¡Asi yo rhumba melior!" balbució en un raro español muy suyo.
Y no sé cuanto tiempo duramos en esa situación antes de que un anciano muy encopetado vino a cortar... y me plantó un beso en la boca, y se alejó sonriente con el caballero.
Las horas pasaron. Los refranes casi siempre tienen alguna buena razón. El tuerto en casa del ciego es rey. Yo, en aquel baile fuí el tuerto, los otros, con respecto al baile afrocubano, mientras que lo disfrutaban, no me eran competencia...Vamos, Gilberto, no la estires....
Los tragos, la mujer aquella y las horas se hacian ya suficiente carga sobre mis vanidosos sentidos...pero no podia correr. Diantres, me decia, ¿por qué ahora, si me han visto lo mal que bailo y lo borracho que estoy, tantas mujeres quieren bailar conmigo?
Yo no sé cuando ni quien me llevó a dormir...ni donde.
Yo nunca he dormido la mañana; solo esa vez.
"¿Can I come in, please?"
¿Dónde estoy?
Entre amistades. Se puede duchar y baje al comedor, su almuerzo está servido.
¿Pppero...?
Luego. Con permiso.
En el comedor fueron muchos y muchas quienes me sonrieron al pasar. ¡Caray, me dije, -los noruegos y los ingleses no son de hielo...!
Dos noches pasé alli disfrutando sin saber porque.
Luego apareció mi amigo Stavanger con un oficial muy respetuoso.
Stavanger nos presentó.
Cubano, el "skibforer", (Capitán del barco) Oloff desea tener unas palabras a solas contigo antes de que salgas de aqui.
¿Qué pasa? ¿Estoy preso?
No, pero casi. El te explica. Yo los dejo solos y espero afuera.
Sin esperar mucho y sin muchos rodeaos el Capitán Oloff me espeta unapregunta en un fuerte tono de voz, casi un grito. "¿Ve usted? -muchos tenemos voces fuertes.
¿Para que, le dije, serviria un capitán o un contramaestre sin voz?
Usted canta bien. ¿Acáso lo hace profesionalmente?
No, solo cuando me doy unos tragos.
¿Borracho?
Póngale nombre usted, señor...
Bien, al grano. ¿Sabe usted con quien estuvo tan divertido la otra noche?
Con una bella y gentil dama.
Le hice una pregunta...espero una respuesta.
¿Estoy obligado a responderle?
Digamos que hablando entre amigos, si.
Siendo asi, le soy franco, me gustaria saber quien es...pero...
¿No lo sabe?
No.
El buen hombre suspiró...Solo le pedimos una cosa. Grite usted al mundo entero lo que se ha divertido entre nosotros. Bien sabemos los servicios que usted ha prestado al reino de Noruega, y se lo agradecemos. Se sale usted fuera de la mayor parte de los marinos de otras tierras que empleamos en los puertos de allende el mar....hay ahi, en noruego e inglés...
pero de pronto mi buen capitán se suelta en español. Señor Rodriguez, yo no estoy autorizado para decirle a usted quien es esa dama. Algún dia lo sabrá. Por ahora, por favor, guarde la lengua y nunca mencione su nombre.
No pude evitar una atronadora carcajada.
Mi querido capitán Oloff, nunca diré que tuve en mis brazos, bailé con, y canté al oido de una aparición extraterrestre o en espiritu...
Los dos reimos.
Un apretón de manos
y una pregunta, señor Rodriguez,
¿es usted realmente de La Isabela?
Si, lo soy...
¿Sigue Manolo Sizaña vendiéndole ron con café a los noruegos que van alli...?
No; no me lo diga.
Y se marchó riendo.
Yo me regrese, no; Stavanger me llevó, a otro barco que salia para la Groenlandia de nuevo.
Yo dije hace unas lineas que Stavanger era para mi como un hermano. Navegamos juntos hasta que lo mataron.
Pero él no podia guardarme el secreto una vez que estuvimos en Sukkertoppen. Una tarde, como si por indicación de Odin o Thor supiera que va a morir y no quiere guardarme el secreto más allá del sepúlcro submarino envuelto en lonas y cosido por mis propias manos.
Cubano, amigo mio; los noruegos te queremos mucho a ti.
Vaya regalo que me haces; si al menos me dijeras que las noruegas....
No es chiste. Hablo en serio. Me miró fijamente a los ojos, como no recuerdo que jamás lo hiciera anteriormente. Escúchame, dijo, y nunca repitas pòr mucho tiempo las palabras del Capitán Oloff, ni estas que voy a contarte.
Oye, Stavanger, mi querido hermnito; estamos a unas millas de polo. Está frio, tal vez no salimos con vida (¡Santo dios, ¿por qué pronunciaria yo esas palabras?!), de este lugar.
Calla, cubano, siempre me cortas. Yo hablo poco, pero no me dejas nunca acabar una frase...
Vaya, flaco; dime, yo me callo.
"¡Conio!"
Mal español el tuyo.
"¡There you go again!"
Silencio, cubano; silencio que tu amigo Stavanger quiere decir El Sermón de La Montaña en griego, acompañado de tres Avemarias...
"Cállate, conio."
¿Te acuerdas de aquella dos mujeres, la rusa del tocado de cosaco con la chapa bolshevique, que encontramos en el salón del sindicato en New York, que le recogiste el sombrero del suelo mientras ella conversaba con la inglesa aquella muy bonita?
Creo que si, por cierto, te lo dije entonces, esa rusa es una de las mujeres mas bellas que he visto en mi vida, pero....
Pero es comunista, me cortó Stavanger. Bueno, no se te asocian esas mujeres a la dama de Londres. Yo soy un gran fisionomista, pero debo haber estado más borracho que de costumbre, y a mi el alcohol no me ciega muy facilmente, ni ayer, ni hoy, pero, bueno, NO.
Eres un Don Juan loco. Tonto. Piensa.
Hoy por hoy todos los ingleses y noruegos que estuvimos en esa fiesta te odiamos, te envidiamos, o te aplaudimos. Nosotros los de acá abajo no podemos tocar a esa dama, mucho menos abrazarla y ser besados por ella mientras le cantabas al oido. Todo el mundo lo vió.
Bueno, ¿y que de particular tiene que un hombre y una mujer....?
Mucho. -Me cortó.
Si hubieras observado un poquito nada más, tu hubieras visto que esa mujer era el centro de la atención antes de su encuentro contigo y, después tú te convertiste en el centro de atención de las mujeres mientras a ella se la llevaban aquellos gentiles caballeros que solo miraban sin comer, beber, ni hablar con nadie.
¡Bah, no me vas a decir ahora que por berrear...!
Cantas bien, tienes buena voz, eso le atrae a las mujeres. Y además, este evento fué creado para distraernos a los que lo damos todo por la patria, y tu lo haces muy bien. Todos te lo agradecemos, pero hay reglas en el Kongeriket Norge, que son inviolables, y aqui estás tú, uno que no es súbdito del reino, poniendo su mano en el cuerpo de la Princesa Real...
¿Ahora me entiendes?
Quisiera poder entenderte, hermanito. Pero, no; no te entiendo con tantos rodeos...
Perdona, pero es que para un noruego es dificil tener que hablar del reino.¿No me dirás que yo bailé con la Reina Maud, esa es fea, ¿no?
No, con la reina no; pero con la Princesa De La Corona, si.
Me asustas.
Hipócrita y metiroso, como buen cubano.
¡Ajá, con que esas tenemos..!
Mira, te lo voy a decir de una vez. Esa mujer con quien estuviste en Londres, y antes en New York, es nada menos que La Princesa Martha, de Dinamarca y de Noruega.
Ya lo sabes todo.
Ahora comprendo muchas cosas...
Y Stavanger murió a mi lado. Como me lo pidió, yo mismo cosí su envoltura de lona, le puse su última cerveza canadiense, Moulson, sus cigarrillos Chesterfield que los dos fumábamos y un retrato que siempre cargaba de su santa madre.
Y le dí un abrazo en mi yo interno, que aprieto aún