AMORES INCOMPATIBLES
Por
Gilberto Rodriguez
Los más grandes amores son destruidos a veces no por otra razón que de las opiniones filosóficas, políticas y sociales, o formas y conceptos que los amantes observan sobre algunas cosas o actividades y asociaciones de sus vidas y relaciones con otras personas en su entorno. Los participantes en una sociedad han de adaptar sus vidas, creencias y opiniones al menos en algunas partes, y hacer ciertas concesiones al otro si es que la relación ha de durar. Pero cuando estas cuestiones llegan a un punto donde por alguna razón de fondo se presentan situaciones tales que las hacen irreconciliables, no hay amor por grande y profundo que sea que pueda sobrevivirlas. Y la razón es simple, si las acciones de una de las partes, basadas en su forma de pensar, educación, condiciones sociales, políticas, económicas, legales o simples caprichos llegan a ser tales que vienen a resultar en conflictos demasiado fuertes por alguna razón para sentarse a razonar amigablemente, hay poco que se pueda hacer para evitar que esto trascienda a las relaciones de entre amantes. Y es entonces ahí donde aún sin haberse cometido un acto de infidelidad o desamor de ningún orden, decimos que hay traición, engaño, deslealtad, y una miríada de barbaridades sobre lo que fuera hasta ayer una amor. Y entonces el debate se sale de los límites de una relación de dos, a la palestra del debate social y de las páginas chismosas de algún magazine de modas.
Yo he conocido casos miles. Los tribunales están llenos todo el año de esos casos hasta ayer tenían ribetes de cierta sublimidad y hoy se nos aparecen recargados de odios, celos, rencores, recriminaciones y de amigos y familiares y abogados que lejos de ayudar, y esforzarse en trillar nuevos caminos prenden y azuzan las candelas de las bajas pasiones. Y el que tenga las manos limpias que tire la primera piedra.
¿Por qué puede suceder esto y por una de cualesquiera de cientos de miles de razones destruirse un amor, y hasta un gran amor? Muchos libros se han escrito sobre este tema; miles más se escribirán, pero aquellos que se están ahogando en el mar tras el naufragio de sus vidas poco uso han de tener para una nueva clase de natación en su club nocturno. Y el que no tiene ese problema tampoco tiene mucho uso para esa clase, como no sea para disfrutar del placer mientras vive feliz.
Yo he disfrutado los placeres de ciertos amores que han tenido matices de oro, marfil y diamantes; yo se que hablo. Y he tenido que enfrentar ese monstruo indomable de la soberbia propia y ajena ante una diferencia de una simple opinión. Y tenido tanto as felices como las míseras experiencias de ganar o perder un buen amor por una causa sin valor, que de todo hay en la viña del señor. Y ¿Quién ha sido el o la culpable? ¿Qué más da? El daño que en estos casos hacemos, el dolor que mutuamente tanto el que tiene la razón como el otro nos infligimos dolores, torturas, ofensas y a ambos las heridas se nos profundizan más con cada palabra que añadimos una vez comenzada la apertura del foso insondable del dolor de una herida de amor. Nada duele tanto dicho por cualquier persona, como la más leve de las ofensas pronunciada por la boca que mucho hemos besado.
Para muchos la sola razón de una ruptura amorosa y de una infidelidad es el adulterio consumado. Para la mayoría de las gentes el concepto es basado en la religión que hace del contrato matrimonial eclesiástico la razón de ser del amor de la pareja. Falso concepto establecido por siglos con el solo propósito de la iglesia de mantener el control sobre la ciudadanía y de cada ser humano en particular, viejos y abusados conceptos e ideales con se ha mantenido una clase dominante de los que controlan la iglesia y la vida entera de la sociedad por el método más simple de todos; la confesión y entrega. Pero ya ese es otro tema para otro día. Por hoy baste con mirar a un punto en las asociaciones entre personas de y por lo que llamamos “Amor”. Y claro, al decir esto me alejo de eso que ahora se estila que ahora “se hace el amor”, porque todo está industrializado y comercializado, peo que a su vez está influyendo en una nueva visión, que por iniciarse ahora no deja de será la más natural de todas las cosas y acciones que hombre y animal han hecho, hacen y harán hasta el día final, que es que las relaciones carnales son silvestres, del bosque, del rio, del instante, y de ahí que los compromisos “eternos” fallan y la muchachada moderna es flor de una día
Que no sabe nada de amor, por eso “hacen el amor” para aprender. Y yo no pretendo saber si aprenden algo porque las quejas se oyen de que “no duran”… Vaya usted a saber si dos que se unieron una noche, un mes o siete días en un crucero, si se hubieran vistos obligados a dormir junto a ese otro por el resto de sus días en la tierra que habría de pasar. Pero también aquí hay mucha tela para cortar. El amor grande que es demasiado pequeño para resistir los embates de una tormenta de opiniones opuestas. Creo que pocos somos los que ante esas situaciones poseemos las habilidades y estaos dispuestos a sacrificarlo todo en nuestras existencias para mantenernos unidos y amando. Pocos somos, menos podemos. Yo el primero; yo el que menos; yo el menos apto para hacerlo. El honor, el orgullo, los pruritos sociales y el ego son nuestros propios grandes enemigos en casa dentro del pecho de cada uno de nosotros. Y solo nos distinguen nuestras capacidades o falta de estas para usar ese vocabulario soez que siempre aflora a los labios del más culto al igual que del más torpe.
Yo he sacrificado un gran amor alguna vez. Yo hablo de experiencias propias. Cada uno de nosotros al deambular por los caminos de la tiene y va adquiriendo conocimientos, experiencias, tanto malas como buenas, creando, asociando y alejando, riñendo y acariciando y gozando y sufriendo. De ahí nuestra cultura, sabiduría, capacidad para vivir y enseñar dulzura cultivada para amar así como férreas opiniones para atravesar los caminos anchos y estrechos que el bosque nos permite penetrar. Tengo amigos muchos y enemigos algunos también. Los enemigos se quienes son porque me persiguen y me atacan… a mis amigos no los conozco todavía. El último que tuve me sentenció a muerte por fusilamiento en pago por recibir en mi cuerpo las balas que habían de asesinarlo. Fiel amigo de cierto.
Mientras que hay personas cuyas creencias les llevan a tener esas amistades que se intercambian hasta los pañales del último bebé. Y no sería mi problema que Pepa y Pupa se repartan sus secretos mientras no mezclen mi vida en sus confidencias… Más, cuando la vida que es mi vida, la razón de ser quien soy, la historia que avala mi existencia, no esté guardada en un cofre en mi tumba y exista esa confianza y amistad errónea basada en incomprensibles códigos de amistad, ni yo, ni un Jesucristo resucitado podemos sentirnos envuelto en una relación de amor puro, de un gran amor.
¿Por qué? Pues simplemente porque las razones que son clamadas para tales condiciones, residen fuera del más simple de los conceptos de lo que es amor, lo que es lealtad y lo que es ser una persona adulta y capaz de razonar. He ahí la incompatibilidad social destruyendo un gran amor.
Nada tiene semejante situación que ver con adulterios, edades, incapacidad humana, falaces engaños ni ausencia de amor; Y, sin embargo, es ese uno de los grandes destructores de bellos sentimientos… He ahí la puerta por donde se elevan los egos, se crispan las soberbias, y se pierden en la maledicencia, el odio y la maldad grandes amores, seres que se aman; virtudes mancilladas.
Pero hay personas que jamás cederán una pulgada ante la razón y la verdad ni el amor, si para ello tienen que abandonar aquello que se les antoja que es absoluto derecho suyo en nuestros casos.
Luego cabe preguntarnos. ¿Cuán fuerte es en realidad este gran amor mío?
Yo no pretendo saber y confieso que no lo comprendo, por eso, lectora amiga yo te pregunto una vez más. ¿Cuán fuerte es, cuánta pureza tiene un amor que se desgrana ante la diferencia de opinión cual mazorca de maíz seco?
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