8 feb 2011

FIEL ESPOSA Y AMANTE

FIEL ESPOSA Y AMANTE

Por

Gilberto Rodríguez

Cuando entró en mi oficina por primera vez aquella joven mujer impactó con su belleza y gracia juvenil a todo el personal y a mí me provocó una cierta reacción de curiosidad.  ¿Quién eres? Le pregunté sin rodeos ni pensar mucho.   Soy Esperanza Rivera, gracias.
Pequeña, bella como el sol de su nativo Pero Rico, sonreía con suma facilidad y ente el total de su figura, la belleza de su rostro, la gracia al caminar y la frescura de jardín al amanecer cuando se aparecía ante mis ojos, me dificultaban un poco mi labor de entrevistarla para el asunto legal que la traía a mi despacho, pero al mismo tiempo era mi curiosidad masculina de momento, mucho más poderosa en las preguntas que la profesional, me dio pena. ¿Qué le pasa?   Me preguntó ella con un tono entre curioso y picaresco.   Se rompió muy pronto el hielo. Y los días empezaron a correr.
Mis visitas a su casa después del anochecer se hacían cada día más y más.  A Esperanza le gustaba preparar algunos postres y cenas deliciosas y esperar que yo saliera ya tarde de mi oficina y fuera a su bellamente decorado apartamentito en la parte conocida como Chelsea, en New York.  Era muy católica, asistía a la iglesia cercana a diario, y comenzó a pedirme que yo también lo hiciera, peo sin fanáticos vaivenes.   Solo algunos leves besos se habían posado en mis labios porque yo iba cautelosamente a visitarla y esperaba de ella las iniciativas ya que el territorio era suyo.
Un día empezó a contarme, como al mes de haber comenzado esta rara pero sencilla relación, aunque ya yo comenzaba a explorar el camino por donde debía conducir mis pasos con ella, sin lanzarme de cabeza.  Esperanza siempre estaba sola. Tenía un pequeño empleo en una de las mejores tiendas de modas de New York, pero solo trabajaba unas pocas horas allí. Tenía 23 años
A los 27 míos.  Yo estaba a la sazón casado con mi segunda esposa y bien enamorado de ella, pero a la ocasión la pintan calva dice el refrán.  Toda su familia estaba en Puerto Rico, Esperanza había venido a New York atraída por la presencia en La Universidad de Columbia, como profesor del escritor chino Lin Yutang, del que a la sazón yo también tomaba algunas clases, y se quedó para estudiar la carrera de diseños y otras materias.  Pero  a pesar que su talento le permitía estudiar lo quisiera, el dinero no abundaba, su familia en Puerto Rico tenía una modesta posición económica pero no muy amplia. Así fue que se casó con una un ingeniero naval tres veces su edad pero amigo de su familia de siempre, y una buena persona. Esa era la razón de su estar sola todo el tiempo. Su marido andaba navegando en un barco mercante.    Comenzamos a hablar de amor.  Pero a pesar de pasar horas solos en su apartamento, por alguna rara razón manteníamos cierta distancia, más o menos discreta.    Y un día comenzó a sugerirme la idea de divorciarnos cada uno de los dos y casarnos nosotros con velo y corona en la iglesia ya que su matrimonio había sido ante Notario, y como ella me decía, mi sueño es el de casarme con velo y corona.
Comenzaron entonces ya los juegos de los besos, las manos que se corren, y todo los que dos seres enamorados hacen cando se sienten libres. Menos, unir nuestros cuerpos aunque la cama y el sofá siempre nos miraban con esas miradas invitadoras que solo ciertos muebles saben dar.
NO, eso es adulterio, eso es pecado, yo nunca traicionaré a mi esposo.  Vamos a presenta divorcio los dos y casarnos y entonces, en otra cama que no sea la de mi esposo….   Tampoco me aceptaba i a un hotel.   Pero el cerebro trabaja, el calor de los cuerpos el rejuego de los dedos, la vida se extiende. Una noche llegué algo demorado a su apartamento y la noté impaciente aunque con mucha delicadeza. La besé, cenamos, nos reímos mucho y de pie, recostada ella contra la pared, de todo lo carnal fuimos probando hasta la música en la victrola nos llevó a dar algunas vueltas   pasos cerca de la cama pero hacia el sofá. Hasta ese momento sol mis manos habían jugado con sus interiores, pero ya la excitación había madurado, le levanté las faldas y no protestó.  Y me lancé allí mismo, mientras bailábamos, al fondo.  El gesto nos hizo cae contra una silla y con esa caída la penetré.  No protestó y entonces le propuse, así no, vamos nos a la cama.  ¡Ah señor de los sanos bosques, que error!
Aquella mujer dio un salto, se sacudió y se negó rotundamente a continuar la obra comenzada.  Eso es infidelidad y yo no soy una mujer infiel a mi esposo, yo me conservo casi virgen para el día que seamos marido y mujer tu y yo. Si se lo hago a él ahora mañana tú nunca podrás creer en mí.  La miré en silencio, arreglé los pantalones de manera de lucir decente y la sostuve en mis brazos con alguna dificultad.  Esperancita linda, amor, no te entiendo. Ya hemos hecho de todo, tu cuerpo ha sido mío de mi maneras, ya toda tu has disfrutado de lo artificial de mis dedos, ya te he penetrado y ¿esto es lo que tu ahora piensas?    No, amor, me respondió algo molesta, te quiero más que a mi propia vida, pero yo no puedo ser una mujer adúltera, yo soy una fiel católica…. Divórciate, divórciame a mí y e prometo ser tuya hasta la eternidad pero no me pidas que le sea infiel a este buen hombre que es además amigo de mi padre.
Quiero entenderte, Esperanza, ¿tú me amas a mi?  Con toda mi vida. ¿Tú estás dispuesta a mantener esta relación conmigo hasta cuando sea que podamos hace algo diferente con nuestras vidas?  Si.
¿Por cuánto tiempo?  Hasta la muerte.
Esperanza, ¿tú ves alguna diferencia entre lo que hacemos tú y yo ahora mismo, y hacerlo en la cama completo?  Si, la veo.
No te entiendo entonces, no le veo la lógica a tu pensamiento, tú eres una chica sumamente inteligente, me gustaría que me explicaras que es lo que tú entiendes de nuestra relación por infidelidad a tu esposo, si lo hacemos en la cama, o en la pared….
Tú eres el que no me entiendes a mí, o no me quieres entender, eso me duele, me ofende de ti     Por favor, cariño, no te pongas así, ven siéntate   a mi lado y explícame, yo no te entiendo, te juro, pero te escucho a lo mejor tus ideas son distintas a la mía de lo que es infidelidad o no…
  Solo cuando  te haya oído será que pueda entender lo que esas cosas significan para ti.  ¿Me entiendes?
Si, amor, te entiendo, peo, por favor, trata de entenderme tú a mi ahora….
Bueno, te escucho; cuéntame.   Mira lo que estamos haciendo nos da gusto y placer a los dos. ¿Noes cierto; no gozas tú d mí en lo que me haces?    Bueno si eso es cierto.  Bien. Pero con eso yo no vilo mi lecho matrimonial, con eso yo no ensucio con mis actos la cama de mi esposo, que por mis creencias en Dios, debo guardar sagrados…
Interrumpiéndola yo anticipé otra pregunta. Dime criatura linda, ¿entonces lo que hacemos no es para ti un acto sexual igual que si lo hacemos en la cama?
¡No!  Me respondió con firmeza.  Lo que hacemos tú y yo es un juego de enamorados, casi infantil; si vamos a la cama cometemos muchos pecados a la vez los dos, porque no olvides que tú también eres casado y le debes fidelidad a tu esposa.
Nunca lo he olvidado, pero, nada, amor……yo te quiero mucho, pero dos enamoraos en una cama solo debe ser cuando tienen la libertad y el derecho de crear un hijo. Y ni tu ni yo somos libres
 para  andar haciendo hijos fuera del lecho nupcial designado por Dios para hacerlo.  Por favor, no insistas que eso no lo voy a hacer yo nunca.  Yo hago lo que tú quieras, como hasta ahora, pero ni penetrarme ni la cama son para nosotros dos, apúrate y divórciate y divórciame a mí, que a lo mejor yo tengo más prisa por tenerte dentro de mi cuerpo que lo que tú mismo deseas y sientes.  Piénsalo amor, yo te amo, yo te deseo tanto como tú a mí yo no soy de hierro, pero soy una mujer decente, yo no podría soportar la idea de vivir el resto de mi vida mirándote a los ojos y viendo la acusación de infidelidad en ellos. Me moriría de dolor y vergüenza cada día a tu lado….
Pero es que sería conmigo; no es como si lo hicieras con otro y luego vinieras a mí…
No, querido mío, es lo mismo. Mucho lo he pensado, mucho he estado leyendo para poder entenderte y entenderme y poder entender lo que hago y lo que le debe costar a mi esposo si nos descubriera un día.   Y aún si nunca nos descubre dentro de mí, mi propia conciencia me está acusando desde el primer día que di un beso, ¿te acuerdas que me puse a llorar?
Sí, claro que de ti me acuerdo de todo, pero creí que era de emoción por mi amor…
Si de emoción por tu amor también pero mucho de vergüenza de mi misma, me sentí sucia por un instante……
¿Preferirías que diéramos por terminadas nuestras relaciones ya y no sufrir ni tener que avergonzarte por tenerlas? 
Mira, amor mío, avergonzada lo estoy, amarte te amo, perderte no quiero ni puedo, no tengo escapatoria de esta situación, por favor, trata de entenderme.  Ámame como hasta ahora me has amado y déjame que yo sufra sola esta situación para que no sufras tu también, pero sigamos haciendo todo lo que tú quieras para que disfrutes con mi amor, pero respétame mis creencias y no me hagas sufrir más de lo que ya estoy martirizándome yo misma porque yo quiero darte todo lo que tú me pidas y más, pero no puedo, por favor, compréndeme ….
¡Vaya, tranquilízate!...  no ha pasado nada, no estoy de acuerdo con tu modo de pensar, pero te lo respeto, será como tú lo quieras. Ven, no llores, todo en la vida tiene su remedio si hay voluntad de resolverlo.
Esa fue la última vez que la vi.   Esperanza tenía el concepto equivocado de que la infidelidad matrimonial consiste en acostarse en la cama que su marido compró, el hecho de  amar a otro hombre, de mantener relaciones carnales con  ese hombre de pie o por otros medios siempre y cuando el acto sexual no inclúyala penetración del hombre en su cuerpo no era un acto de infidelidad matrimonial.
Muchas mujeres tienen ese mismo concepto de la fidelidad o de la infidelidad según se les quiera llamar. Yo, por mi parte pensó que el pensamiento es la base de la lealtad.  Solo con una mirada se traiciona, y hasta el propio pensamiento nos traiciona a nosotros mismos las más de las veces.
Aquello que creen que un idilio cibernético no es traición al amante son simples adúlteros mentales de una calidad a veces peor que muchos que lo hacen en la cama.


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