11 feb 2011

PROA AL FUTURO, MARINERO

PROA AL FUTURO, MARINERO
Por
Gilberto Rodríguez

Al subir al puente de mi nave vi esos ojazos que clavados en los míos desde el arenal del viejo puerto me seguían a cada paso. Hice una señal como un adiós no muy preciso y me interné en el puente y pegué grito: ¡Proa a la mar!  Pero en realidad debí decir, Proa al Futuro.  Porque del viaje que emprendo no regreso, ni hay puertas en baile que me admitan. Esta fiesta terminó en el odio. La luna mató una a una las estrellas y el sol opacado por la sangre decidió cerrar las cantinas de este puerto. De modo que no hay cantinas ni cafés. Todo está peor que muerto porque aquí no hay hospital ni cementerio. Nadie da el permiso para morir; viven zombíes.  Me voy.

Voy a recostarme en mi butaca, a prender la cachimba de otros tiempos, a fumar aromáticos tabacos de Turquía, a beber el licor de las palmeras y a escribir algún verso lisonjero que le diga a la mujer cuanto la quiero…..¿A la mujer dije?     A la mujer he dicho. A esa preciosa diadema que los reyes del misterio colgaron a mi pecho, y que quiera que no así las amo.   Cultivaré mi jardín con sus rosas y claveles, y cuando la brisa sople en dirección de unos labios, enviaré claveles rojos y blancos, rositas melindrosas italianas, orquídeas y perfumes del oriente a las chiquillas soñadoras, de esos que llevo en las bodegas de mi nave bien cargada.  A ti también te dedicaré una rosa.
Ya pasamos los arenales movedizos del canal y el anclaje del puerto se perfila tan distante como el sol.   Solo aguas y más aguas, aguas verdes, cristalinas azules y crestas blancas, los cabellos de una sirena me saludan, y me creo que soy de aquellos griegos que adulaban al fuerte y se asustaban de oír a una sirena en las rocas lamentar.
Vienen ya nubes, la gaviota de las dos que Colón viera ya se alejaron y esta gaviota que nació fuera de tiempo se encapricha en andar en la punta de la vela.  Saltarinas y alegres sardinitas danzan y se agrupan al pasar y el mezquino tiburón se las comiera si no fuera que la rémora se anticipa a la jugada. Las olas también juegan como niñas en recreo a la hora que las deja la maestra.
Y el aire puro y fresco de la noche me deja dormir a pierna suelta, si no fuera que el timón gira y reclama.   ¡Ah, sí; porque ya me había olvidado de mi, de mi rumbo en el mar bravo, de la proa, de la popa, del puente y del timón!
Pero estoy despierto al final de este trágico camino que emprendimos mil siglos hace ya en un rincón de los cielos y pasó, que al llegar a la cantina de este puerto, la borrachera empedernida de mil muertos que cayeron en las guerras del amor, riñéndose en la cantina por la última copa de la noche al ellos querer cerrar, y se me enfriaron los motores y las velas estrechando se encogieron y hasta el gato perdió el último ratón del viejo muelle.
Proa a la mar he dicho entonces y el velero se deleita danzando este waltz de las quimeras, de los sueños del futuro y de tus besos, incrustados en el pecho de la aurora, cual medalla de honor de antiguas guerras, en la que los honores eran risa, las palmeras de oro eran y el amor de una mujer un jardín, un templo una canción y todo era, cual racimo de uvas, -¿De veras!- que mis labios recibían de los tuyos  mientras mis brazos sujetaban tus caderas.   ¡Ah, sueños de marineros, contar de las sirenas, rocío del cielo que se desprende por tu frente mientras besas a marino,  en el marino azul del pensamiento.  Voy proa al futuro, mi proa parte olas y hace espumas, las rimas del verso se hacen dedos y tocan tus oídos, tus labios y tus senos al vaivén de cada ola de la nave del futuro que me lleva así muy solo, pero envuelto en mis sueños por amor, hasta el reino de los versos que escribí en la borrachera por tu amor.
Anclaré mañana, llegaré a mi puerto, dormiré esa noche y soñaré contigo.
Pero no lo sabrás


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