NAUFRAGIO
Por Gilberto
Rodriguez
Las redondas olas sin crestas que recorren a
ritmo de vals lento las extensiones del mar en verano arribaban a mis playas
rodando juguetonas con las blancas y multicolores ostras que sonrientes las
esperaban cual danzarinas sin alas a sus zapatillas mágicas, para jugar. Sueños del amanecer que las auroras trajeron
un día y que aún son conservados por las gaviotas del norte en sus plumajes de
sal… La brisa sopla mortecina apenas moviendo las nubes y por las arenas de la
isla una palmera se luce cual poema guardado en la tinta de una nueva
pluma….Hay silencio. La vida de la islita es solitaria; los peces multicolores recorren
en bandadas los corales en busca de refugio y de alimento, y las aves que desde
arriba ven a los peces sin que estos las detecten, bien los cazan. Cristalina
es el agua cercana y verde a la distancia, allá por donde se alejan los veleros
cuando van por las rutas del pirata y la comba azul de cielo toca el agua sin
mojarse… El sol se acerca al medio día y calienta un tanto la arenas de la
isla, dándoles a las iguanas la idea de que se han mudado al Sahara. Me despierto
al oír una tonada, yo que dormía tranquilamente sin saber si aún vivía o ya estaba
muerto, flotando en mi destartalada chalupa desde que mi barco naufragara.
Silencio había porque aquellas olas que así viajan en verano, ondulantes,
lentas, largas, enemigas crueles del estómago del marino que invencible en la
tormenta no sufre de mareos, y estas lo apabullan, no hacen ruido, más de
pronto mis oídos se alertaron a una voz no se de quien, de donde y ni de como,
podía en este océano cantar. Naves no había….debo estar delirando…. Pronto ya…el
sueño me rinde, se acerca mi final.
Mi cerebro
enfebrecido por las horas, los días y las noches flotando en ese oscuro azul
vacío que es la superficie del mar sin esperanzas de vivir, me hacia ver
grande….grande…grande mi vida. Las realidades de mi existencia se unían a
galope tendido en el potro del orate para hacerme creer que todo lo fui, tuve, amé y
allá tenia…
El agua que no tenia era el licor y las aves
que volaban por arriba eran faisanes que cazaba en mis predios y comía… un poco
de locura eran mis horas y alegre navegaba yo y con la fresca brisa mis velas
seguían impulsando mi velero…. ¡Cuan bella era mi vida es esas horas de
locura!...Yo venia de conquistar los Siete Mares, los Polos con sus hielos y
sus luces; los trópicos sonrientes y los humeantes montoncitos de piedras que
hacen islas por donde ríen los volcanes mientras nadan, todo era mio. Mujeres,
licor….. ¡Ah! y mis anclas, danzas de caderas sin dueños, guitarras dormilonas,
y bandoneones que al moverse los tacones que retumban sin clemencia mientras
que algún saxofón desde la orilla trasera del camino le adula a las olas de mis
mares… es evidente que llevo el vino de la noche en mi cabeza….
Canta una mujer…
Estoy
enloqueciendo… almirante de mi flota y de mis naves voy gozoso por los mares,
voy soñando…soy feliz en mis adentros y si el mundo penetrara en mis sentidos
me vería el rey de los marinos…. Piratas pasan y sus sables destrozo con mis
manos limpias, puertos nuevos con mis blancas velas y anclas de amores que me
conquistan por tantas noches, muelles de blancas frazadas que cubren cuerpos
que amarme dicen; vayan las horas de besos grises, de besos verdes de amores
muchos… vayan los puertos de mis conquistas y las propinas que esconden almas
porque las damos por más placer. Sueño… Debo estar muerto; estoy delirando….¿Qué
mundo es este, que sonríe?
Pero deliro; tal vez ya muerto mi cuerpo allí
en el bote yace y es el espíritu mio que al alejarse siente todavía sus carnes
y cree que ama y es amado; cree que vive y ya es pasado…. Tal vez…. Tal vez el
tiempo se ha detenido sobre una roca allá junto al faro y desde allí vigila mi
alma que pasa.
Oigo una voz de
mujer, una leve y distante melodía en la distancia… despierto al fin y me froto
los ojos tratando de mirar a través del reflejo del sol sobre las olas y de mis
sentidos que acelerados ven las cosas como ciertas, donde me veo como era y
como sigo sabiendo que lo era, y vivo en el aplauso de los hombres y los brazos
de las bellas mujeres por mi mundo de quijote y de aventuras.
Una cola de pez se ve saltando a la distancia,
después hay otra, y hay muchas otras y todas mías si las quiero, al fin dueño
del mar ya soy. Pero las dudas de nuevo me asaltan… ¿Sueño? Oh, estoy soñando; no, tengo fiebre, mi
cerebro me engaña, mi nave surca el cristal bajo un sol fuerte, la sed me está
empujando, mi mente anda en hamacas…
Se ve apenas con
los ojos cerrados y las fibras del corazón vibrando un letrero que saliendo del
fondo de los mares me reta: ¿Me cuentas si existen las sirenas?
El canto parece
de mujer de voz sutil, y abro los ojos, leo, me burlo de mis propios
pensamientos. Estoy loco ya, me digo; tengo mucha sed. Me mojo las manos para
que mi cuerpo reciba un poquito de humedad y no morir deshidratado. Se acerca
aún más la voz…
Aléjate, ¿no ves
que estoy glorioso navegando por mis mares a velas, a solas, a la voluntad
gozosa de las olas que me acunan con su amor y sus sonrisas? No te enamores de
mí, le canto ya que su voz música es, pero cual toro embravecido insiste en
correr hacia el torero.
Me atrevo a cantar sobre la medio destruida borda,
ya mi cerebro anda entre candelas, y acaso… ¿qué más bello que una princesita
de una reino que ama y por amar pierde al ser amado y al mar se lanza?
No, Señor; ella
no ha muerto, una ballena que pasaba y la oyó llorar por amor se la cargó y
allá en la isla secreta de sus mares la enseñó a nadar, la adoptó y le fabricó
una cola con la tela que una estrella del mar hizo en el cielo y se la trajo
envuelta en una perla.
No terminé la historia cantada cuando a mis
espaldas sonaba una sonriente vocecita femenina:
¿Busca usted a alguien…?
Loco como estaba
sin saber si era mujer, estrella o diosa un beso en mejilla le planté…
Mi sueño se hizo
largo, muy largo…. y luego despierto allá la playa quise entender.
Me cuentan las chicharras que fue mucho, que
mi bote había llegado sin sus remos y mi cuerpo transportado por una sirenita
había carenado a la playa en una tarde de verano, casi muerto.
Una ostra que se me hizo buena amiga me contó
que muchos escualos en el camino me atacaron, que ballenas y marsopas me
rodeaban y que aquella sirenita allí entre todos, luchando contra sus propios
amores del pasado, sus perseguidores insensatos de la aguas, los erizos que le
clavan sus espinas y los golpes que las olas me daban contra las rocas firmes
del arrecife, cargada conmigo que estoy algo pesado, y herida por mil dardos de
las fieras de los mares y los aires, por la playa me cargó.
Nació el amor. Creo que locura en mi beso
descarado hubo; y locura en sus labios que empezaron a penar porque allí fuera
donde el próximo beso yo le diera.
Salvó mi vida, nació el amor; volaron las
gaviotas mientras con el día claro en el cielo surgió un arcoíris cual collar
de perlas de Mallorca y una vocecita con tono de ballena enamorada comenzó a
tararear una tonada aquí a mi lado.
Tuvimos frio. Esa noche allí en la playa
cambió el viento, ella no podía vivir a mi lado fuera del agua ni yo al suyo
bajo el mar, pero la distancia, tan cerca y a la vez tan difícil hizo de
nuestro amor una sonrisa cruel para acercarnos… Las tormentas se multiplicaron,
las arenas vuelan a diario y las olas a veces hacen muy difícil oír su canto y
a ella difícil leer mis cuentos de princesitas y de luces de carnavales en el cielo
y de danzas gitanas sobre la nube que nació en la flor.
Y en medio de las espinas, los filos, las
olas, las tormentas, las dentelladas de los monstruos marinos y las envidias
nuestras dos almas unidas se pasean nadando alrededor de la isla, medio mar y
medio arena; algo mio y algo suyo, y los dos un solo mundo…. Dos no más somos
ya uno. Reyes del mar y de las penas, dueños de los reflejos de la luz sobre
las olas, espíritus libres que sabemos nadar, flotar, cantar, amar… y de la
princesita convertida en princesa y el marino aventurero nació en la isla de
las blancas arenas y las caracolas que hablan, el amor más grande del reino de
los mares….
Y un día sereno
en que sobre las arenas, mojados, nos amábamos apareció en la playa un ser que
era el Dios mismo. Por un momento nos miró
Se acercó
sonriente, levantó la mano y nos indicó a las flores con su dedo al que vino a posarse
una gaviota, o una nueva luna, tal vez.
Dios tomó mi mano
y la unió a la de ella y sobre las dos manos nuestras unidas plantó aquella
gaviota...
Este es vuestro anillo, paloma le llaman
algunos, para mi es un rosal.
Juradme que os amareis hasta la muerte y más
allá de la muerte cuando lleguéis a mi reino en el cielo. Juramos.
Lo que Dios en el cielo une ningún hombre
podrá separar
Os declaro por mi fe, marido y mujer
Y os doy esta gaviota como el signo de mi
buena fe en vuestro amor.
¡AMEN!
Dejadme dormir aquí en las arenas, no quiero despertar.
Tengo fiebre en
mi cerebro, deliro por la locura que me provocan el sol y la sed
Debo estar muerto
ya
En mi corazón hay
paz