Me gustan todas,
De los amores yo soy en campeón
Rubias, morenas,
Tengo centenas,
¿Qué puedo hacer
Si soy picaflor?”
Yo no sé quien compuso esa canción, yo solo sé que no sé nada. Eso de que en cada puerto un amor se extiende también por montes y valles…..
…Y hasta a veces llegan los amores hasta a los tribunales. Y a jóvenes y viejos llega, pese a rodas esas cosas que dicen los que no están dentro de cada fritanga, como dicen los nicaragüenses al restaurante o fonda.
Digo estas cosas porque los golpes de la vida me alcanzan a menudo, y algunos pegan duro.
Uno de esos es el caso es el amor que me ofrece mi china.
Señores, que hay unas chinitas por ahí cuyas miradas son tan bellas que tumban cocos.
Pero yo no tengo suerte. Por eso digo siempre que no creo en la suerte. Miren esto ustedes y díganme si no tengo razón. Una hermana de mi madre se casó con un hijo de Cantón, China, un bello ser humano llamado “Achoy”.
En realidad su nombre Li Choy, pero se lo cubanizaron pronto.
Y la pichona de gallego y el chino pronto llenaron la bodega de chinitos que, hijos de dos bellezas, ponga usted nombre a los retoños. Junto con muchos de ellos compartí escuela, ropas y mesa por dos o tres años. Allí, en medio de esa familia fui muy feliz, y aprendí algunas cosas nuevas de tierras hasta entonces para mí, ni siquiera imaginadas.
Muchos años, muchas olas, muchas nubes, muchos besos pasaron por los valles de mis vidas ambulavit, y un día, unos de esos primos también creció, se casó y tuvo varios hijos varones y una mujercita. ¡Cuán bella mi primita!
Pero los vientos soplaron la dirección opuesta y tuve que echar nuevamente velas a la mar. Y regresó por los aires el cometa Halley, que mi padre me contaba haber visto cuando él era un niño, ahora 74 años después.
Y siguieron las aguas corriendo rio abajo el humo elevándose de las chimeneas y yo acumulando millas de distancia y años de experiencia. El trabajo legal entretiene y a veces resulta una especie diaria de canchumbambé mental, si no a parece algo de nuevo. La vida es siempre igual en la extraordinaria cadena de diferentes eslabones humanos que es la sala de un tribunal.
Los muchos años laborando allí, educando, sirviendo, entrenando y sacando las castañas de mil fuegos uno llega a encontrar entre tantas espinas, flores.
¿Cuántos besos de mujeres y abrazos de hombre recibo yo, al día? Suficientes para hacerme saber que mejor es me bañe y me perfume cada noche.
Las Instituciones Benéficas, siempre necesitan ayuda y cuentan con poco para servir a muchos. Por eso yo tengo un pequeño huequecito en mi conciencia reservado para ellos y ellas. Poco conocido es el hecho de que la mayor parte de esas y esos jóvenes abogados que abundan por los tribunales trabajan sin paga o por una simple pitanza; necesidad de trabajan y campo de entrenamiento a la vez. En este país hay abogados nacidos en cuanta tierra tiene el planeta; y dios me los manda muchas veces a mí. No sabría yo de cuantas o cuales asociadas esta chinita oyó hablar de mí; pero de mi le habían hablado.
“Plantillera”, como les decían las guajiras a sus niñas atrevidas, exuberantes y “frescas”, al primer encuentro me dice al tiempo que pregunta: ¿Usted trabaja aquí? Usted les dice cosas lindas a todas, pero casi todo es mentira; yo lo sé.
La miré una y otra vez. ¡Qué bella mujer, qué figura, que espejo con reflejos de montes, valles, ríos y sonrisas!
China y España envueltas en una mantilla de seda de allá y una burbujeante Maja de acá.
Y ya se me abrió el corazón verde que tengo. Días, encuentros juicios, risas, chistes, brillo de una carrera bien utilizada y un cariño que crece entre nosotros. Un buen día, antes comenzar los juicios del día, en la antesala de los tribunales charlábamos un numeroso grupo de jueces, fiscales abogados y barrenderos, en que gran parte de la víctima del afecto de todos era yo, y entre las abogadas, fiscales y una jueza me reclamaban como suyo, salta la chinita, me abraza, me besa y me propone.
Si me aceptas de verdad, me caso contigo mañana mismo… testigos, padrinos, madrinas, el copón se ofrecieron enseguida.
Bueno, dijo uno de los jueces, pero primero este Don Juan tiene que divorciarse…
Yo lo divorcio. No, no; yo…..
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