10 dic 2010

YO QUERIA SER

YO QUERIA SER

> General, Pensamientos — Gilberto
 
 


Joven, sabio, anciano…lo otro…
Han pasado muchos siglos desde que yo “quería”, aspiraba, soñaba y miraba a las distancias con el decidido empeño de atravesarlas. “Yo quería.”
Un día me preguntaron cuales eran mis aspiraciones, qué “quería” yo ser….
“¡Presidente!”
Las preguntas se “ajuntaron” en el argot guajiro.
No de un golpe, poco a poco. Buscar una buena escuela, ser abogado y estudiar filosofía, luego juez llegar a senador. ¡Ah, ser Senador de la República!, legislar para que el pueblo disfrute bajo el palmar sin temores y con pan…
…y un día, cuando la madurez lo permita, cuando ya sepa como corta palos una sierra, como caminan las palomas y como vuelan los pensamientos; como se cría un hijo y se hace una industria que dé pan a todo humano…entonces.
Cuando sepa como hacen otros pueblos para llevar pan, medicina y amor a cada hogar, sin tener que pedir limosnas ni robar a nadie, quiero ser el presidente más noble, por bondad que esta tierra jamás haya visto…”
“Mi pobrecito, hijo; todo eso suena muy lindo, pero las realidades de la vida son muy crueles. Todo lo que tú quieres es solo para los hijos de los ricos; para los altos militares, para los poderosos…y nosotros somos tan pobres….
Te equivocas, aunque dices la verdad, eso es para el que se lo gana por sus propias manos. Y yo tengo dos manos fuertes y un cerebro…
Para mí, Sócrates era un acto de sencilla habladuría. “Yo solo sé que no sé nada.” ¡Vaya! Es que la humanidad no sabe decir otras cosas… o tal vez que… ¿cómo no van a haber tanta miseria, tantas luchas, tanta hambre y tanta disparidad, (unos con mucho y otros con nada), si el que llaman más sabio no sabe nada?…
Y una madrugada echaba el par de tenis, el primero que tuve, en una bolsa, y, descalzo por sobre los polines de la vía férrea eché a camino.
Por el horizonte marino que atrás dejaba revoloteaban ya las gaviotas del destino. Lejanas y más cerca las velas se izaban, rezongonas sus jarcias al viento. Me alejaba sin dolor ni pena, de todo lo que era mío, familia y hambre. Y tenía nueve eneros a mi cuenta si no me fallan los recuerdos. Hoy pienso en el canto español:
“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar…”
Filosofía del trovador distante, cuyas melodías endulzan el camino y ablandan las distancias.
Caminos largos, cortos y verdeantes.
Un presidente que llena parte de mis ideales y unos recortes de papel diario que me dice del mismo, de lo malo. Era por media isla. Hombres, -mi padre incluido- que se lanzan a la manigua con las armas de sus uñas; tierra negra, gris, amarilla y roja…doblemente roja; sus hijos mueren y se matan entre sí.
Por algún rincón de la campiña vienen merodeando amarillos con sus armas. Yo, armado de una latica vacía de leche condensada “La Lechera” (¿alguien la recuerda?), en cuyo fondo había hecho varias perforaciones con una puntilla, posada sobre unas brasas de carbón, derretía plomos, de esos que usan los pescadores, cuya gotitas, parecidas a diminutas peras brillantes caían destiladas a otra latita con agua y así creaba municiones para las escopetas…
“Alzados”, tiros, gritos, sangre, carreras y mi pierna…
Gruesa es una bala calibre .45… Corta mi piernita.
Perenne en mi muslo vive la marca.
¿Que diantres sabe del mundo el sabio griego?
Mis dos abuelos mueren en guerras, mi padre y tío pelean en guerra, mi pierna anda en muletas, por un tiempo, tiempo de guerra….Un día nazco y ya sé de guerras. Y se de sangre, y se dé heridas. Ya sé de hombres.
Así no hay pan.
Los vientos que llenan hoy las velas de mis blancos y escasos cabellos, son los mismos de ayer que han retornado. Los hombres del tejar rompen sus obras; desnudos quedan sus techos; y el de abajo no vive porque sol y lluvia les encuentran descubiertos.
La brisa de los siglos sobre mis sienes se asientan; son luz de la esperanza hecho suspiro, la trenza que torcimos que se enreda en la maleza y la tripa del sinsonte que se engullen los gatos. Nada sé; menos entiendo, el hombre es dios, es fantasma es su propio inquisidor. Maestro de maestros es el griego, y yo al final de esta aventura de estudiante no apruebo ni primaria ni saber, he recorrido las distancias tan desnudo que al final solo aprendí la lección del bien hacer, por los demás que el mundo quiere, tengo que admitir con cierta pena, que al pensar,
“Yo solo sé que no sé nada.”
Asi no hay pan.

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