10 dic 2010

NIEBLAS HAY

Nieblas hay

 


“Nieblas del Riachuelo” es un bello tango argentino.

Por los mares del mundo he visto nieblas
y en este puerto en que estoy anclado
también las veo alguna vez, como ayer mismo.
Más, las más “oscuras” nieblas
son las nieblas blancas del Polo Norte,
donde en la extrema blancura me he visto sin luz,
desaparecer las manos puestas delante de mis ojos.
Y es que la niebla es la negación de la
oscuridad, o es la oscurita en blanco,
cual son las notas de una sonata ajena
sobre el violín de las tardes estivales,
o sobre las aguas que llevan de Istambul a Alejandria
por encima del brillo de las espejinas olecillas
que crean las chalupas de los enamorados
en el vaivén de la brisa.
Ah, perdón, allí no hay brumas, ni chuscos,
ni blancas nieblas.
Parajes hay.
Nieblas rejuegan y se regocijan
en las tardes que huelen a lana
y reflejan colorines de bufandas volanderas.
Y hay niebla cuando las pupilas comienzan
a perder su brillo de sonrisa doncellezca.
Niebla es el blanco amanecer de la nube viajera
y niebla la respuesta quimérica
que le dan a un enamorado en el dintel de
una ventana, cuando su esperanza es SI.
Niebla es la que llevan ante
sus crines las caballerías que van al combate
sin saber qué piensa el jinete que les monta.
Y también niebla es la que carga el horizonte
cuando la distancia es blanca.
Yo no se de obscuridades.
El pan hace de luz y el alba mueve el molino
sin que la brisa se entere.
Miel es de la vida la vida, la esperanza,
y la fe le ayuda en su afán.
Por allá vienen bajando de los altos del volcán
las calientes cenizas del rugido,
y en el paso de las horas se eleva un himno de suspenso.
Es que acaso se hace niebla en la mente
la curiosidad del futuro insatisfecho?
Y de nuevo es niebla.
Buscan los huérfanos la liebre para no quedarse a solas.
Y los avestruces se inclinan ante el sol,
con miradas semiausentes en las selvas.
Porque hay niebla miro a las horas de frente,
de lado y de esquina.
La mano amiga esta ahí,
pero la niebla la oculta.
La palabra del sabio suena a dulce de almendra y miel
como ayer en el desierto,
aquellos a quienes quieren llamar y llaman reyes.
Pero esos no conocieron las nieblas.
Las nieblas son para los que
miran y no ven,
andan y no pisan, caminan y no avanzan,
aman y no entienden,
pero tienden sus manos a las blancas cortinas del tiempo y
le ofrecen cruzar.
Desde este rinconcito cercano,
que parece tan ajeno en la llanura
por el color de la niebla,
se dilatan las pupilas en la búsqueda sin fin,
del buque que allá navega,
y no por ser faro, no; por ser de barro.
Barro que se adhiere a las cenizas y se convierte en oveja.
Oración que se eleva en la tarde
para buscar la luz del desierto.
Niebla que nos rodea.
Caballo que anda perdido.
Sin manada ya no hay selva
porque se fueron los montes.
La fruta escapa a la tarde
para hundirse en la corriente
y el pez zambulle al sentir algo que cayo a su vera.
Nieblas hay aqui. Nieblas veo y siento.
Nieblas de cerca y de lejos y,
hasta nieblas en el arco iris se ven.
Nieblas hay, ¿las ves?

Don Gilberto

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