Una vez me senté a la orilla del bosque, a contemplar las arañas. Yo tenia el hacha en la mano porque habia decidido cortar un árbol para esculpir en su tronco una estatua con la figura de la mujer que decia amarme y que me buscaba. Pensaba como en la vieja historia del "El Carpintero Narciso. ¿Alguno recuerda esa? Probablemente no." No me gustaria, me decia yo, que un dia este amor se acabe o ella se me muera y quedarme solo sin una doble. Claro, mejor seria una doble real de carnes firmes. Pero el rocio lucias sus perlas matutinas en los pétalos, en las puntitas de las hojas y en los tejidos de las telarañas.
¡Ah, que bello amanecer este de hoy! Aqui, en mi rinconcito del bosque, solo fisicamente, pero acompañado de mis sueños, mis recuerdos, mis amores....
Una diminuta arañita, de esas que viven en la tierra, nada alto, simplemente la tierra, pero que quisieran como tu y como yo llegar al cielo, con sus agujas tejedoras mojadas por las aguas del rocio tejia, tejia, tejia incansablemente sus redes tan pequeñas. Porque a pesar de ser tan chiquitica tenia un apetito voraz que confundia con grandeza de amar. Y tejia más.
Muchas chicharras y hormigones a veces al pasar destruian su red. Y un abejorro insolente un dia se le apropio del silencio. Pero decia ella, el no me toca, el es mi amigo, el me limita, me maltrata pero está enredado en mi red y nos juntamos para vivir el eterno. Y eran dos infelices felices, que para cosas complejas las abejitas fabrian sus panales y los llenan de miel. Moscones y lo abejorros revolaban traquilos porque sus redes eran tan endebles que facilmente se las podian romper y escapar. Mientras que algunos otros le hacian burlas porque ella queria tejer una red que la tapara el sol de los ojos al mundo, mientras el sol le alumbraba enterita ante las hormigas que recorrian los alrededores.
Cuando pienso en la pobre arañita me da honda pena en el alma. tan buena, tan noble, tan generosa y tan infantil en medio de todo. Todos en el bosque me quieren. Confundiendo el amor que ponia en tejer esas redecitas que al llenarse de gotas de rocio parecian collares de perlas para el cuello de una princesa encantada, con la verdaderas perlas que residen en las ostras que vienen del mar, y careciendo de mejor conocimiento del que nos trae una copla, confundió al marinero con la ostra, al abejorro con la hormiga y al principe de la historia con las lombrices del vertedero.
Y comenzó a sentirse reina cuando la perlas del rocio más brillaban bajo es sol. Pero tenia una patita muy lenta. No podia apenas andar, porque de los viejos cienos de la tierra recogidos llevaba un poco pegado a su piel, y no queria despejarlo. ¿Amaba el cieno?
Decia que no, pero regresaba sobre las ramas para recordarlo a todos horas. y aun en los momentos de amor mas delicados.
Y sus ojos vagaban por el espacio en busca de otros rumbos, otras moscas, otras aventuras. ¡Ay, Señor, que injusto eres! ¡Pobre mi arañita! Queria ser flor,ser princesa, ser mujer. Y tenias las más bellas, las mas grandes la mas extraordinarias cualidades para ser la reina de las arañas....pero como diso no hizo nada perfecto, le negó el entendimiento y le impuso un mal caráter, volátil como el éter. Y esa fué su condena. Cambó de árbol y de rama, cambió un tilin, las formas del tejido y recogió flores del camino con la ayuda de una hormiga para decorar sus redes...pero olvidó que hay otras arañas que tejen mejor aún. Y iun buen dia se quiso elevar y se fué a la orilla del mar y echó sus redes al agua.
¡Ah, Dios! ¿Por qué haces esas cosas si solo es una pobre arañita tejedora? Se enganaba la pobre, en el mar hay muchos tiburones, no solo sirenitas y sardinas. Y tambien hay mil ballenas y angilas resbalosas y un sinfinde otros moluscos que no todos crean perlas. Y se le rompió sus pequeña redecita al primer intento de pescar.
Y un dia una voz de esas que ella pretende que unos dioses de piedra y de metal le hablan, le puso una pidrecita en la mano que ella depositón en un ostión para tenerlo cual perla conlgado a sus pies....pero la piedrecia traia escondidad, traicionera como son esas cosas, no el espiritu del amor, sino el odio ante dios. Y las brisas del mar venia frescas, pero para ella que de vientos no sabia y del mar mucho menos, lo confundió con tormenta y se encerró en una ostra como si le piedrecita ella fuera. Y me quedé por largo rato mirando.
Se me olvidaron las brisas, se me callaron los versos, se me enterró una grande espina porque qeria salvar a la que ahora era, decia ella, mi arañita por siempre....pero que en realidad no sabia tejer. Sus redes, una y otras verdes o gris, de aire o de agua, con perlas o miel, solo le forman el collar en su propio cuello con falsas perlas que no son ni siquiera piedras mal talladas. Y se enojó mi arañita. ¡Si, porque decia que era mia! ¡Mia hasta la muerte y aun más!
¡Pobre de mi! Me tengo que reir de mis propias narices...
No, no es que me aturden las horas, ya un dia lloré por ella, porque se habia escondido y ya me estaba acostumbrado a su presencia en el filo del bosque. No, ahora no; ya no más. Ya he visto todas sus redes, he probado todas las medidas de sus mallas y le he elevado con mis propios alientos a lo mas alto de las copas de los árboles del bosque...
Pero ahora quiere volver y echar redes en el mar. ¡Pobre mi arañita loca! No sé por que dios nos hace estas cosas. Perlas de rocio bellas son al prisma de la luz, pero perlas no son. Ni redes de gelatina para pescar sirven jamás... pero las ilusorias luces boreales tienden a confundir a los que por algun momento las vieron, porque no entendiendo a la luz, se creen que el reino de los cielos y la tierra son suyos, cuando solitos sin abrigo en la noche polar a lo mejor están muestros de frio y la búsqyeda del calor les enturbia la mente y les hace pensar que desde alli son los reyes del mundo y que todos los hom,bres deben morir a sus pies.
Me alejé del bosque, no corté árbol, ¿Para qué? El monumento que intentaba tallar se desvaneció en el aire, se evaporó por frágil se creyó diosa siendo tan endeble animalito de esos tantos dioses en los cuales ella cree. Me apena su soledad de hoy, pero se muy bien que no durará largo asi. Por el bosque hay muuchas alas y por el mar peces hay.
¡Ah, que bello amanecer este de hoy! Aqui, en mi rinconcito del bosque, solo fisicamente, pero acompañado de mis sueños, mis recuerdos, mis amores....
Una diminuta arañita, de esas que viven en la tierra, nada alto, simplemente la tierra, pero que quisieran como tu y como yo llegar al cielo, con sus agujas tejedoras mojadas por las aguas del rocio tejia, tejia, tejia incansablemente sus redes tan pequeñas. Porque a pesar de ser tan chiquitica tenia un apetito voraz que confundia con grandeza de amar. Y tejia más.
Muchas chicharras y hormigones a veces al pasar destruian su red. Y un abejorro insolente un dia se le apropio del silencio. Pero decia ella, el no me toca, el es mi amigo, el me limita, me maltrata pero está enredado en mi red y nos juntamos para vivir el eterno. Y eran dos infelices felices, que para cosas complejas las abejitas fabrian sus panales y los llenan de miel. Moscones y lo abejorros revolaban traquilos porque sus redes eran tan endebles que facilmente se las podian romper y escapar. Mientras que algunos otros le hacian burlas porque ella queria tejer una red que la tapara el sol de los ojos al mundo, mientras el sol le alumbraba enterita ante las hormigas que recorrian los alrededores.
Cuando pienso en la pobre arañita me da honda pena en el alma. tan buena, tan noble, tan generosa y tan infantil en medio de todo. Todos en el bosque me quieren. Confundiendo el amor que ponia en tejer esas redecitas que al llenarse de gotas de rocio parecian collares de perlas para el cuello de una princesa encantada, con la verdaderas perlas que residen en las ostras que vienen del mar, y careciendo de mejor conocimiento del que nos trae una copla, confundió al marinero con la ostra, al abejorro con la hormiga y al principe de la historia con las lombrices del vertedero.
Y comenzó a sentirse reina cuando la perlas del rocio más brillaban bajo es sol. Pero tenia una patita muy lenta. No podia apenas andar, porque de los viejos cienos de la tierra recogidos llevaba un poco pegado a su piel, y no queria despejarlo. ¿Amaba el cieno?
Decia que no, pero regresaba sobre las ramas para recordarlo a todos horas. y aun en los momentos de amor mas delicados.
Y sus ojos vagaban por el espacio en busca de otros rumbos, otras moscas, otras aventuras. ¡Ay, Señor, que injusto eres! ¡Pobre mi arañita! Queria ser flor,ser princesa, ser mujer. Y tenias las más bellas, las mas grandes la mas extraordinarias cualidades para ser la reina de las arañas....pero como diso no hizo nada perfecto, le negó el entendimiento y le impuso un mal caráter, volátil como el éter. Y esa fué su condena. Cambó de árbol y de rama, cambió un tilin, las formas del tejido y recogió flores del camino con la ayuda de una hormiga para decorar sus redes...pero olvidó que hay otras arañas que tejen mejor aún. Y iun buen dia se quiso elevar y se fué a la orilla del mar y echó sus redes al agua.
¡Ah, Dios! ¿Por qué haces esas cosas si solo es una pobre arañita tejedora? Se enganaba la pobre, en el mar hay muchos tiburones, no solo sirenitas y sardinas. Y tambien hay mil ballenas y angilas resbalosas y un sinfinde otros moluscos que no todos crean perlas. Y se le rompió sus pequeña redecita al primer intento de pescar.
Y un dia una voz de esas que ella pretende que unos dioses de piedra y de metal le hablan, le puso una pidrecita en la mano que ella depositón en un ostión para tenerlo cual perla conlgado a sus pies....pero la piedrecia traia escondidad, traicionera como son esas cosas, no el espiritu del amor, sino el odio ante dios. Y las brisas del mar venia frescas, pero para ella que de vientos no sabia y del mar mucho menos, lo confundió con tormenta y se encerró en una ostra como si le piedrecita ella fuera. Y me quedé por largo rato mirando.
Se me olvidaron las brisas, se me callaron los versos, se me enterró una grande espina porque qeria salvar a la que ahora era, decia ella, mi arañita por siempre....pero que en realidad no sabia tejer. Sus redes, una y otras verdes o gris, de aire o de agua, con perlas o miel, solo le forman el collar en su propio cuello con falsas perlas que no son ni siquiera piedras mal talladas. Y se enojó mi arañita. ¡Si, porque decia que era mia! ¡Mia hasta la muerte y aun más!
¡Pobre de mi! Me tengo que reir de mis propias narices...
No, no es que me aturden las horas, ya un dia lloré por ella, porque se habia escondido y ya me estaba acostumbrado a su presencia en el filo del bosque. No, ahora no; ya no más. Ya he visto todas sus redes, he probado todas las medidas de sus mallas y le he elevado con mis propios alientos a lo mas alto de las copas de los árboles del bosque...
Pero ahora quiere volver y echar redes en el mar. ¡Pobre mi arañita loca! No sé por que dios nos hace estas cosas. Perlas de rocio bellas son al prisma de la luz, pero perlas no son. Ni redes de gelatina para pescar sirven jamás... pero las ilusorias luces boreales tienden a confundir a los que por algun momento las vieron, porque no entendiendo a la luz, se creen que el reino de los cielos y la tierra son suyos, cuando solitos sin abrigo en la noche polar a lo mejor están muestros de frio y la búsqyeda del calor les enturbia la mente y les hace pensar que desde alli son los reyes del mundo y que todos los hom,bres deben morir a sus pies.
Me alejé del bosque, no corté árbol, ¿Para qué? El monumento que intentaba tallar se desvaneció en el aire, se evaporó por frágil se creyó diosa siendo tan endeble animalito de esos tantos dioses en los cuales ella cree. Me apena su soledad de hoy, pero se muy bien que no durará largo asi. Por el bosque hay muuchas alas y por el mar peces hay.
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